lunes, 10 de diciembre de 2012


La invención del alma por el hombre se insinúa cada vez que surge el sentimiento del cuerpo como parásito, como gusano adherido al yo. Basta sentirse vivir (y no solamente vivir como aceptación, como cosa-que-está-bien-que-ocurra) para que aun lo más próximo y querido del cuerpo, por ejemplo la mano derecha, sea de pronto un objeto que participa repugnantemente de la doble condición de no ser yo y de estarme adherido

Trago la sopa. Después, en medio de una lectura, pienso: "La sopa está en mi, la tengo en esa bolsa que no veré jamás, mi estómago." Palpo con dos dedos y siento el bulto, el removerse de la comida ahí dentro. Y yo soy eso, un saco con comida adentro.
Entonces nace el alma: "No, yo no soy eso."

Ahora que (seamos honestos por una vez)
sí, yo soy eso. Con una escapatoria muy bonita para uso de delicados: "Yo soy también eso." O un escaloncito más: "Yo soy en eso."

Leo The Waves, esa puntilla cineraria, fábula de espumas. A treinta centímetros por debajo de mis ojos, una sopa se mueve lentamente en mi bolsa estomacal, un pelo crece en mi muslo, un quiste sebáceo surge imperceptible en mi espalda (…)


Rayuela, Capítulo 83 - Julio Cortázar 

El poeta francés Paul Valéry enunció su teoría respecto al problema de los tres cuerpos, él diferenciaba entre el primer cuerpo, caracterizado por el sentimiento de nuestra propia presencia; el segundo, definido como la imagen que de nosotros proponen los espejos, los retratos, las fotografías, las películas —en general, las artes visuales—, una superficie que no se sospecha orgánica, y; el tercer cuerpo, aquel conocido a través de la ciencia, objeto de estudio fragmentado y analizado hasta el detalle.

pulmón


mandibula


musculo



corazón


estomago